CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE

Tim Burton, 2005

David Lynch dijo alguna vez que el cuerpo humano es como una pequeña fábrica que elabora sus propios productos. En “Charlie y la Fábrica de Chocolate, su protagonista fue más allá y construyó una factoría que es una representación fiel y una continuación de sí mismo. Luminoso y enigmático a la vez, el héroe de Tim Burton esconde más de lo que muestra y parece saber más de lo que dice. Así lo confirma la escena de presentación de su figura, en la que con una música festiva de fondo, los muñecos (por un desperfecto técnico?) de repente comienzan a arder y a desfigurarse.

Charlie y la Fábrica de Chocolate, es como mucho de los filmes de su director, una fábula crítica y moral. Y aunque todo esté revestido de una estética colorida, radiante y la banda sonora de Danny Elfman es una de las más jocosas compuestas por el músico, la oscuridad característica del director no deja de hacerse presente.

Podemos encontrar referencias a Bubsy Berkeley (La Reina del Mar), El Bosco (puntualmente a “El Jardín de las Delicias”, y a “2001, Odisea del Espacio” (Stanley Kubrick). Charlie y la Fábrica de Chocolate, hace hincapié en el tema de la educación, la familia y los mandatos familiares y la posibilidad de enfrentarlos y resolverlos en la vida adulta, recordemos que es Roald Dahl el autor del libro en que se basa la película, escritor que fue también fuente de inspiración de “Matilda”, Jim y el Durazno Gigante” y “Cordero para la Cena”, el corto que adaptó para la gran pantalla uno de sus fans más famosos, Alfred Hitchcock.

Sergio Zadunaisky (Publicado en “Leer Cine”, diciembre 2005.)