Preparando el material sobre el taller de Almodóvar que brindaremos en 2019, revisamos en nuestra biblioteca y nos encontramos entre otras cosas, con este texto del manchego dedicado a Casablanca y la importancia de la vestimenta en la creación de personajes.
“Hay películas de la que hemos oído hablar tanto, aparecen con tanta frecuencia en periódicos y televisiones que uno tiene la impresión de haberlas visto muchas veces, y en realidad no las ha visto nunca, o una pequeña sola vez y de eso hace tanto tiempo que es como si no las hubiera visto.
Eso me pasaba con Casablanca. La había visto hace veinte años, pero estaba harto de oír hablar de ella y me daba pereza verla de nuevo. Sin embargo, de casualidad, la volví a ver hace dos años en televisión. Y la descubrí, claro.
Anoté algunas frases. Suelo hacerlo si estoy en casa. Como cinéfilo soy un desastre, nunca recuerdo las frases que me impactan y con las que yo podría impactar a los demás. Las notas no son de gran ayuda porque a los pocos días las pierdo. No ocurrió así en las que tomé de Casablanca. Al día siguiente me llamaron de El Mundo para que escribiera algo sobre cine; se celebraba el aniversario de su sección “Cinelandia”. Decidí hablar de la importancia del vestuario en el cine, por lo cual recurrí a una frase que Bogart dice en Casablanca (lo que anoté en un postit amarillo). En su primer reencuentro, Ingrid Bergman le pregunta a Bogart si recuerda la última vez que se vieron, en París. Con cara de palo, Bogart le responde: “Recuerdo perfectamente ese día-era el día que los alemanes ocuparon París-.Los alemanes vestían de gris y tú de azul.”
Imposible expresar más emoción. Sin embargo, Bogart sólo estaba expresando el color de la ropa.
Además de portadores de cuerpos, los trajes son portadores de emociones. Portadores y transmisores.
Meses después estrenaba en Londres “Kika”. La fiesta del estreno se convirtió en un pretexto para obtener dinero para una fundación que ayudaba a enfermos de Sida. Se organizó una subasta con ropa de modernos direñadores (Gaultier, Mugler, V. Westwood, etc.) y algunos objetos, regalo de gente famosa. Era la típica fiesta petarda con buena intención, todas las modernas de la ciudad se habían dado cita allí. El único personaje serio era el tipo que llevaba la voz cantante en la subasta, un subastador real, de Sothebys. Yo había donado uno de los maravillosos títulos de crédito que Juan Gatti hizo para Mujeres al borde… Concretamente era mi título. El de guión y dirección. Supuestamente yo donaba el original, pero reconozco que solo era una copia; con el cristal no se notaba. Le puse un marco enorme, dorado, hecho a mano, que me costó cien mil pesetas. Lo realmente valioso (además de mi gesto) era el marco, pero no lo dije, claro.
Entre el follón y el sudor, después de una treintena de entrevistas en inglés y a grito pelado, un periodista incisivo y portarrollos me preguntó si la moda era realmente algo más que un juego para que putas y maricones se sintieran “divinas”. Antes de responderle le miré a fondo, con esa calma chicha que te da saber que tienes la razón y además sabes cómo expresarla. De nuevo recurrí a Bogart y su oportuno comentario sobre el gris que vestían los alemanes y el azul de Ingrid Bergman. Le dije que en el cine los trajes no sólo sirven para que las chicas estén guapas, sino que también determinan la época en que transcurre la acción, establecen el género y la clase social de los personajes. Y por si fuera poco, como le demostraba con la frase de Bogart, los trajes son portadores de emociones.
Meses después, en la tercera o cuarta versión de La flor…, se me ocurrió que, empujado por el alcohol, Ángel perdería su discreción y recurriría también a la frase de Bogart para expresar la emoción que le embargaba: “… los alemanes vestían de gris y tú de azul” termina diciéndole a Leo, después de preguntarle si recordaba Casablanca, etc.
Leo la mira extrañada. Están solos, en una Plaza Mayor enorme. Parece una soledad más teatral que real. Leo se pregunta qué quiere decir su amigo con la frase de Bogart.
“De azul vestías tú el día que huyendo de tu vida te chocaste con la mía”, le dice Ángel con la voz estrangulada por las lágrimas.
Leo se separa de él, con aversión. Lleva meses tratando de olvidar aquel momento (fue el día que su marido la abandonó para siempre, no lo había pensado pero era cierto que ella vestía vaqueros y abrigos azules). Ángel, sin embargo, no lo olvidará jamás…
Ésta es una de mis escenas favoritas. Y se la debo en gran parte a la frase de Bogart.
En buena hora se me ocurrió volver a ver Casablanca. Hay veces que tomar una simple nota en un postit amarillo supone una inversión tan extraordinaria como imprevisible. Nunca le había sacado tanto partido a una simple nota.” (Pedro Almodóvar, “Gris y Azul (Una buena inversión”, publicado en “La Flor de mi Secreto”, Plaza & Janés.