El Evangelio según San Mateo (Pier Paolo Pasolini, 1964) / La última tentación de Cristo, Martin Scorsese, 1988)
Pier Paolo Pasolini
La Carne es débil. El Espíritu es el único capaz de resistir a los embates de las tentaciones. Y “Espíritu” es lo que le sobra a estas dos películas, realizadas en condiciones paupérrimas de producción pero sentidas y adscriptas con devoción de sus autores a textos literarios como fuente (el texto bíblico en Pasolini, una polémica novela de Nikos Kazantzakis en el caso de Scorsese). Pasolini, de vocación católica sí, pero marxista también, podría parecer para muchos el menos indicado para afrontar una adaptación de los Evangelios al cine. Sin embargo, su Cristo tercermundista y combativo, encuentra en sus imágenes un espacio para transmitir con lirismo la gesta cristiana. La exploración del realizador italiano de los rostros y los cuerpos, los gestos y las miradas, es realmente conmovedor. El trabajo con actores no profesionales y la filmación en escenarios reales, lo acerca al neorrealismo italiano.
El caso de Scorsese es diferente. Atravesado por el catolicismo (llegó incluso a fantasear con ser sacerdote en su temprana infancia) fue finalmente el cine quien lo atrapó para siempre, aunque sin perder su mirada cristina donde el pecado, la culpa y la redención se hacen cuerpo en sus personajes. Con guión del calvinista Paul Schrader (con quien ya había trabajado en Taxi Driver), “La Última Tentación de Cristo” toma como referente, en parte, a la obra de Pasolini. El ítalo-americano, preocupado por humanizar lo más posible a su héroe, lo baja a la tierra (literalmente), alejándolo de las mega-producciones hollywoodenses, que habían convertido a Cristo en estampita de una apolínea belleza entre kitsch e intocable. Pero también, he aquí una de las mayores diferencias con el film de Pasolini, pone en una altura considerable a la figura de Judas (Harvey Keitel), personaje crucial para la ascensión de un Cristo algo perezoso y dubitativo, cual personaje de alguna película de Ingmar Bergman. En esta versión, vemos que sin la fuerza y la disciplina de Judas, Cristo se hubiese visto seguramente en problemas para asumir su gran responsabilidad. La última tentación del título, ocurre en el segundo tercio del la película, cuando el demonio, camuflado en inocente niña (con las mismas intenciones pero en las antípodas del demonio travieso y erótico de Silvia Pinal en Simón del desierto, de Buñuel), lo invita a dejar de lado su rol divino y vivir en familia como cualquier hijo de vecino. Este último tercio le costó a Scorsese no pocos dolores de cabeza y problemas con la censura.
Martin Scorsese
Mención aparte y destacada merece la música elegida en las dos versiones, tan poco clásicas como hipnóticas. Pasolini optó por una ecléctica pero coherente banda con composiciones de Luis Bacalov, Mozart, Bach y Billie Hollyday, mientras que Scorsese puso en manos de Peter Gabriel la realización de la fascinante banda sonora de su película.
¿Cómo les fue en su época a ambas? La versión de Pasolini fue recibida calurosamente por la Iglesia, ganando incluso varios premios eclesiásticos en festivales. La de Scorsese no corrió con esa suerte y fue censurada, perseguida y prohibida sin piedad. Sin embargo, viendo las dos, una detrás de la otra, uno siente, crea o no en los textos sagrados, que a fin de cuentas Cristo está más cerca de lo que pensamos y que solo basta con poner play en nuestro reproductor de DVD o cualquier plataforma de cine.