“Sólo podían seguir viviendo a condición de ser como máquinas. Y ahora, libres del cuidado alentador de los hombres eran como dos condenados a perpetuidad que, liberados después de muchos años, no saben qué hacer con su libertad. No sabían hacer funcionar sus facultades porque los dos, al no tener práctica, eran incapaces de pensar por sí mismos”. ( Joseph Conrad. “Una Avanzada del Progreso”)
“Lo que yo hago es todo mentira, es todo artefacto”. Lucrecia Martel *
A LA BUENA DE DIOS
A fines del Siglo XVIII, un alto oficial de la Corona Española espera su traslado de un confín inhóspito y anclado en el tiempo, a una zona más confiable y segura. En la espera, esa interminable y repetitiva manera de pasar el tiempo, la figura de Zama (Daniel Giménez Cacho), el representante español en tierras americanas, se va deshaciendo, deshilachando. Las convenciones y las reuniones con grandes oropeles parecen no poder entrar en el micromundo del olvidado paisaje, las pelucas y ropas solo traen calor y hastío, si hasta Luciana Piñares de Luenga (Lola Dueñas) se queja de que una ceremonia fúnebre no se lleve a cabo para evitar contagio de enfermedades, lo que era una excelente oportunidad para lucir su pomposa vestimenta. La última parte del filme, con chispazos de color y brillo, personajes veloces, rapaces, en una geografía de tarjeta postal, solo trae pesadumbre y más dolor.
Arriesgada, como siempre, la propuesta de Lucrecia Martel empuja a los espectadores a un viaje que se mece entre el letargo y la somnolencia. Susurros, lenguajes cruzados, palabras que apenas emitidas se pierden y naufragan, sin referencias que las sostengan, en medio del absurdo y la precariedad. Su mirada rehúye de mostrarnos un hecho histórico, aunque sea inventado, con referencias de época “realistas”, le interesan más los cuerpos y su discurrir en un espacio y un tiempo que les pertenece sólo a ellos y al particular universo de la realizadora. Quizás en esa abstracción pierda algunos espectadores, que no pueden, por ese distanciamiento, empatizar con los personajes.
Bienvenida es una película como ésta a nuestras carteleras, que despierte (valga la paradoja) conciencias adormecidas por tanto vértigo y desencanto. Para reprochar, algunos personajes que quedan desdibujados, como el interpretado por Rafael Spregelburd (Capitán Hipólito Parrilla) o la un poco extensa duración de la cinta.
Antonio Di Benedetto recibió por Zama, un elogio de J.M Coetzee, quien publicó en The New York Times una extensa reseña «Un gran autor que debemos conocer», donde elogia al autor argentino y recorre la herencia e influencia del autor de Zama con Kafka y Borges.