“WERNER HERZOG, VER PARA CREER O CREER PARA VER”
Un taller online de Dale Cine
«Aunque sus humildes orígenes le impidieron ver una película hasta casi la adolescencia, Herzog se enamoró del medio y de su potencial iluminador. “Siempre, desde muy joven, tuve la sensación de que tenía que inventar el cine”, dijo Herzog una vez. “Aún hoy me siento como el inventor del cine. ahora hay que tomar eso con un grano de sal, porque por supuesto no soy el inventor del cine.”» (Oswaldo Toscano)
“Tras haber dirigido 68 películas y documentales, haber guionado 55, actuado en 32 y producido 31 desde el año 1962 hasta hoy, no hay fórmula que permita explicar por qué hace lo que hace, o al menos establecer una clasificación. Él, para peor, cuestiona la separación entre películas de ficción y documentales. De Fitzcarraldo, su ficción de 1982, ha dicho que fue «su mejor documental». Hay, sin embargo, una certeza: Herzog siempre nos lleva, por caminos sorprendentes, al reino de lo poético, allí donde escasean las certezas y abundan las ambigüedades. El resultado no deja a nadie indiferente.
Sus obras abordaron la conquista española de América, el tráfico de esclavos, la búsqueda de la mítica El Dorado, los avatares del emperador Bokassa, o un festival musical en el teatro privado del Maharaja de Udaipur. También una rebelión de enanos en un asilo, los pozos petrolíferos incendiados por Saddam Hussein en Kuwait, un fanático de los osos grizzly que los humanizó y terminó comido por uno, o las peripecias de un piloto norteamericano prisionero en Vietnam. Y faltan. Los contrastes podrían seguir, siempre radicales, asombrosos. Historias increíbles que parecen comerse a los personajes. Pero no. Son precisamente los personajes, los entrevistados, los que van aportando las pistas incómodas.” (Diario El País, Uruguay).
CLASE 1
“Mi enemigo íntimo” (Mein Liebster, 1999)
En los años 50, Werner Herzog compartía piso con Klaus Kinski, un diabólico ególatra. Kinski padecía repentinos e injustificables arrebatos de ira o locura, durante los cuales podía llegar a destrozar el mobiliario del apartamento. La terrible personalidad de Klaus fascinó a Werner y entre ambos nació una estrecha amistad que se fue al garete durante el rodaje de la película «Aguirre, la cólera de Dios».
Premios del Cine Europeo: Nominado a Mejor documental
Festival de Chicago: Nominado a Mejor documental
Festival de Cannes: Sección oficial (Fuera de competición)
“Aguirre, la ira de Dios” (Aguirre, Des Zorn Gottes, 1972)
La unión entre el megalómano director de cine Werner Hrzog y el inimitable actor de carácter Klaus Kinski dio como resultado un destacado lote de películas. Aguirre, la ira de Dios (Aguirre, der zorn Gottes, 1972), probablemente sea entre ellas la mejor obra fruto de su conflictiva colaboración, basada en una relación amor-odio realmente productiva (al efecto, ver el ilustrativo documental Mi enemigo íntimo, que refleja la peculiar relación entre los excéntricos Herzog y Kinski).
Fundamentalmente, se trata de una obra de contrastes desmesurada y fascinante. Haciendo uso de un estilo casi de documental, con cámara inquieta y dinámica, ofrece unas impactantes imágenes que consiguen transmitir credibilidad, realismo, como si el espectador estuviera muy próximo a lo que ocurre hasta llegar a verse involucrado en una historia dramática y épica de tintes dementes.
CLASE 2
“Fitzcarraldo” (Idem, 1982)
Cuenta Werner Herzog que la mayor inspiración para el guión de Fitzcarraldo no se encuentra —como cabría pensar— en la vida de Carlos Fermín Fitzcarrald, magnate del caucho que cruzó su barco por la selva desmontándolo en catorce piezas, sino en el mito de Sísifo. Según Homero, Sísifo, presa de recias torturas en el infierno, movía «un peñón monstruoso y, apoyándose en manos y pies, empujaba su carga hasta el pico de un monte; mas luego, llegado ya a un punto de dejarla en la cumbre, la echaba hacia atrás su gran peso» .Si bien Sísifo movía la piedra como castigo por sus crímenes en vida, en el filme de Herzog, las motivaciones de Fitzcarraldo para su hercúlea misión son notablemente distintas. Y es que la épica de Fitzcarraldo no es la de un condenado, sino la de un artista. Es la épica de Werner Herzog. En este filme, más que en cualquier otro de los que haya rodado hasta la fecha, Herzog encuentra en su personaje protagonista -interpretado por su habitual Klaus Kinski- un perfecto alter ego. Recordemos: ‘Fitzcarraldo’ es la película en la que Klaus Kinski encarna a un utópico empresario del caucho que sueña con erigir un teatro de ópera en Iquitos, en plena selva amazónica de Perú, sólo para que Enrico Caruso cante en él. Es la película en la que un barco real es alzado por la ladera de un montículo por una tribu de indígenas. Es la película, también, en la que los actores enfermaron y se amotinaron, en la que las inundaciones arruinaron el equipo una vez tras otra. Es la película que Herzog estuvo a punto de abandonar mil veces, pero que completó. «De ahí salió algo realmente valioso», recuerda hoy el director. «No quiero recordar todo el dolor que me causó, sino el acontecimiento glorioso que significó. Es un trabajo que ha ayudado a mucha gente a creer en sus sueños y a hacerlos realidad pase lo que pase».
“Nosferatu, vampiro de la noche” (Nosferatu: Phantom der Nacht, 1979)
Nosferatu, versión Herzog, es uno de los más insólitos y fascinantes experimentos dentro de una trayectoria no precisamente parca en ellos: el estudio–homenaje a una de las obras seminales del cine alemán como marco para un bellísimo paseo romántico por el amor y la muerte. Espectral y estilizada, Nosferatu retoma el romanticismo presente en el clásico expresionista de Murnau de 1922.
Herzog construye su Nosferatu en base a una figura inherente al movimiento romántico, los sueños. En un enfoque cercano a los cuentos de Hoffman, la realidad y la imaginación se confunden a partir del momento en que Jonathan penetra por las puertas de castillo ruinoso; el tiempo se dilata en la vigilia, y las vivencias de éste invaden los sueños de Lucy (Isabelle Adjani), regidos por la imagen premonitoria de un murciélago en la noche.
Película oscilante entre la concienzuda recreación y la relectura personalizada del film original, Nosferatu, versión Herzog, tiene, también, algo de carta de defunción de la modernidad cinematográfica: no sólo por la decisión de convertir a Drácula, el Mal absoluto y todopoderoso, en una criatura atormentada por la soledad de su eternidad (lo que, en cierto modo, lo acerca a los personajes en los márgenes de la sociedad que pueblan el cine de Herzog y enriquece, paradójicamente, el imaginario romántico del film) o el hecho de que al final el doctor Van Helsing (Walter Ladengast) sea detenido por la policía, acusado del asesinato del conde, sino, sobre todo, por el sacrificio baldío de Lucy, que no impide la transformación de Jonathan en un vampiro que se pierde en el horizonte decidido a propagar el Mal.
CLASE 3
“Grizzly man” (Idem, 2005)
Grizzly Man nos cuenta la vida de Timothy Treadwell, un ecologista y documentalista que durante 13 veranos convivió voluntariamente junto a los osos pardos de Alaska, conocidos en inglés como Osos Grizzly y cuyo nombre biológico es Ursus arctos horribilis: horribles osos del norte.
Durante cinco años de esos trece años, Timothy se filmó a sí mismo y al entorno que había elegido para vivir. Largos monólogos frente a cámara, mayormente autoreferenciales y patéticos (Herzog comentará en un momento que para Timothy el lente de la cámara se había convertido en una especie de confesionario), se mezclan con declaraciones de amor a los osos y diatribas contra la raza humana. Herzog los edita junto a imágenes testimoniales de los padres de Timothy, amigos, biólogos, una ex novia, una pareja de ecologistas y él mismo opinando en off sobre las imágenes que estamos viendo. Con este material, el director alemán evita los lugares comunes del biopic (película de biografía sobre un personaje o un hecho histórico) para adentrarse en los vericuetos del alma y la psiquis humana,
El documental, retrata a Treadwell como un hombre profundamente perturbado, completamente desconectado de la realidad, que prefiere vivir con los osos para no enfrentar sus demonios internos, sus complejos y contradicciones.
No obstante, si lo era o no, poco importa. A Herzog lo que le interesa el retrato de un ser atormentado que huye de una sociedad en la que no encaja, y que trata de sublimar sus problemas con el subterfugio de una lucha por sus ideales, en este caso, la protección de los osos pardos.
Happy People (A Year in the Taiga) 2010
Un documental que describe la vida y obra de los tramperos de Bakhtia, una aldea en el corazón de la Taiga siberiana, donde la vida cotidiana ha cambiado poco en más de un siglo.
CLASE 4
Little Dieter Needs to Fly (1997)
El veterano piloto germano-americano Dieter Dengler creció en una Alemania reducida a escombros debido a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Recuerda cómo los aviones aliados bombardeaban su patria, cómo surgió entonces su admiración por los pilotos, que lo llevó a convertirse en uno de ellos. A los 18 años, Dengler emigró a América y se unió al ejército que partía para Vietnam. Durante una misión, fue derribado, cerca de Laos, y encerrado en un campo de prisioneros. Fue torturado, encadenado y encerrado en una celda de bambú, donde planeó su fuga.
«Herzog toma la interesante decisión de llevar a Dengler de vuelta a Laos y Tailandia para contar su historia. Esto hace que la producción sea diferente y tenga una cualidad táctil e incluso peligrosa» Brian Tallerico: rogerebert.com
«Una vez más, el director nos trae otro personaje fascinante, y vívido narrador, y nos mantiene enganchados y boquiabiertos pese a contar con un presupuesto inexistente (…) Puntuación: ★★★★ (sobre 5)» Rob Mackie: The Guardian
Lo and Behold (2016)
Werner Herzog examina el pasado, presente y futuro en constante evolución de Internet. NetScout, líder mundial en ciberseguridad y servicios de protección en tiempo real, se subió a bordo como productor e introdujo en un nuevo mundo a Herzog, que llevó a cabo una serie de originales entrevistas con pioneros y profetas del ciberespacio como Elon Musk (cofundador de PayPal y Tesla), Bob Kahn (inventor de la IP o protocolo de internet) o el afamado pirata informático Kevin Mitnick. Estas provocadoras conversaciones revelan la forma en que el mundo digital ha transformado la manera en que funciona prácticamente todo en el mundo real, desde los negocios a la educación, los viajes espaciales, la asistencia médica o el cómo gestionamos nuestras relaciones personales. El «lo» del título original hace referencia al primer mensaje enviado por el ciberespacio, entre ordenadores de la Universidad de UCLA y la de Stanford, el 29 de octubre de 1969.
«El documental de Wener Herzog despierta el interés sobre un tema apasionante, y sus consecuencias impensadas.» Pablo O. Scholz: Diario Clarín
«Las revelaciones son inquietantes. (…) Lo que el filme evidencia es que el pensamiento crítico es independiente de internet y la conexión permanente no lo garantiza.» Roger Koza: Diario La Voz del Interior
«Dinámico, provocador, atrapante, el film combina argumentaciones científicas, reflexiones sociológicas y algunas ironías que son marca registrada de Herzog.» Alejandro Lingenti: Diario La Nación