Estreno de "La Intimidad" de Andrés Perugini en el Cine Gaumont
abril 5, 2018
El 19 de abril, en el marco de la 17° Muestra Internacional DOC Buenos Aires se estrena en el cine Gaumont (Avenida Rivadavia 1635) “La intimidad”, opera prima de Andrés Perugini. El film tuvo su premiere mundial durante la 17° Muestra Internacional DOC Buenos Aires, y fue proyectada en el marco del Figueira Film Art – Festival de Cinema da Figueira da Foz, en Portugal. En La intimidad, el director realiza un retrato sensible y pudoroso de una historia que lo toca de cerca: la vida cotidiana de su abuela Irene, su muerte, y las alternativas alrededor del desarme de su casa, de sus cosas, en pos de alquilarla. El tiempo va haciendo su trabajo, mientras el cineasta intenta captar los cambios sutiles con su cámara.
Sobre La Intimidad
Irene, una mujer de 96 años, vive sola en una casita de techos bajos en Germania, pueblo rural de la provincia de Buenos Aires. Su vida es apacible, pasa los días entretenida en el cuidado de sus plantas y atenta a la limpieza y orden de su pequeña casa.
Un día tranquilo de otoño, Irene muere. Sus dos hijos Inés y Ricardo junto a su nuera Marta son los encargados de desarmar la casa y decidir qué hacer con los objetos, la ropa y recuerdos que Irene había atesorado toda su vida. Cada prenda, cada objeto, cada pequeño detalle encontrado conserva las huellas del tiempo, de un pasado con historia. Sin embrago, la familia va deshabitando la casa de manera práctica y precisa, dando lugar al recuerdo pero no así a la nostalgia.
La propiedad se pone a la venta. Distintas personas recorren la casa movidos por curiosidad, otros con ansias de compra.
La familia de Irene concreta la venta. La casa tiene nuevos habitantes que inician el extraño acto de hacer propio el espacio ajeno. Las habitaciones toman una nueva dimensión y la casa adquiere una nueva identidad lejana a la anterior. Sin embargo, ¿Es posible borrar las huellas del pasado?
FICHA TÉCNICA
La intimidad (Argentina, 2017, 65 minutos)
Dirección, Guión, Producción, Fotografía y Cámara, Sonido Directo (Realización Integral) Andrés Perugini / Montaje Mario Bocchicchio / Diseño de Sonido Eugenio Fernández Taboada / Corrección de color Lucas Martelli / Diseño gráfico Adrián Suárez / Realizada con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales. Elenco Irene Piriz, Inés Perugini, Marta de la Cruz, Sandra Calatayu, Marina Perugini, Ricardo Perugini / Filmada en Germania, Provincia de Buenos Aires, entre 2008 y 2016.
Sobre el director
Andrés Perugini nació en 1987 en General Pinto, provincia de Buenos Aires. Estudió realización cinematográfica en CIEVYC, y Dirección de Sonido en ENERC. Como diseñador de sonido realizó películas como La construcción del enemigo de Gabriela Jaime; Cada 30 horas de Alejandra Perdomo; Un pueblo hecho canción de Silvia Majul; Lluvias y El estanque, que son parte de la Trilogía del Lago Helado del director Gustavo Fontán. Trabajó también como editor de sonido de la mano de Fernando Soldevila en las películas Wakolda de Lucía Puenzo;Infancia clandestina de Benjamín Ávila, y Zonda, una película de folclore argentino del director español Carlos Saura. Es socio de ASA, y actualmente se desempeña como docente en la cátedra Sonido en la Escuela de Cine de Eliseo Subiela.
A partir de 2009 viene realizando de manera independiente diversas experiencias en video, como Estoy tarde (2014), que participó de la muestra Otros Cines en San Nicolás de Los Arroyos, y en el Festival de Cine Emergente; y Donde (2011), que participó del Festival Transterritorial de Cine Under. La intimidad es su primer largometraje documental.
Acerca de La intimidad, por Andrés Perugini
Durante varios años filmé a mi abuela Irene. Es un material sensible, cargado de intimidad. Registré su vida cotidiana, sus últimos años de vida en su casa y su forma de habitar el espacio. Cuando ella murió y sus hijos se reunieron para desarmar la casa y ponerla en venta, pensé que sería interesante filmar —en su ausencia— el proceso de deshabitar el espacio, la relación que allí se establece entre los herederos y lo material, lo que queda.
Me resultó llamativo que a medida que se sacaban las ropas y objetos de los muebles, el espectro de Irene asomaba y, a medida que se vaciaban los espacios, iba desapareciendo, difuminándose.
Una tarde—días antes de que la casa se vendiera—, recorrí sus habitaciones vacías y, debajo del lugar que ocupaba un mueble, me encontré con un trozo de tela de un vestido que ella siempre usaba. En un segundo cruzó por mi mente el trabajo que les llevó a sus hijos deshabitar la casa, limpiar los ambientes, borrarla del espacio. Sin embargo, algo de ella todavía se hacía presente, como una huella.
En ese momento entendí hacia dónde iba todo lo que había estado registrando: las huellas que dejan las personas en el tiempo y cómo el espacio puede ser testigo de esto.
Estas cuestiones me hicieron pensar en cómo se construye la intimidad en el proceso de habitar una casa. Cómo las personas, cuando ingresan a un nuevo lugar lo hacen propio borrando todo lo que remite al pasado. Hacen desaparecer las marcas ajenas para poner una nueva impronta, la del nuevo habitante, y así poder construir una nueva intimidad. Durante el proceso de montaje, Gustavo Fontán me acercó un libro para que reflexionara y tomara elementos que me sirvieran para pensar la futura película: “La poética del espacio” de Gastón Bachelard. Un capítulo en particular, donde se refiere a la casa como “elemento sensible”, me motivó bastante: dice que la casa en la vida del hombre suplanta contingencias y que sin ella seríamos seres dispersos. La casa es el primer mundo del ser humano y allí se hace más profunda la relación de intimidad.
El desarme de la casa de mi abuela me permitió pensar que, por más que se intente, hay huellas imposibles de borrar. Algo intangible que remite a ella quedó impregnado en esas paredes, en esos espacios, en la energía de los gatos sin dueño que recorren el jardín donde, aun sin riego y entre la maleza, siguen floreciendo las rosas y flores en cada estación.
La familia de Irene concreta la venta. La casa tiene nuevos habitantes que inician el violento acto de tomar posesión y hacer propio el espacio. Limpian la casa, sacan los restos de empapelado y pintan las paredes, ubican sus muebles, y las habitaciones toman una nueva dimensión. La casa adquiere una nueva identidad muy lejana a la primitiva. Entonces, ¿es posible borrar las huellas del pasado?