JOJO RABBIT (Taika Waititi, 2019)
Filme basado en ‘El cielo enjaulado‘, novela de Christine Leunens
“Estos jovencitos ingresan a nuestras organizaciones a los diez años de edad, y a menudo respiran un poco de aire fresco por primera vez; después de cuatro años de estar en la categoría de Jóvenes, pasan a las Juventudes Hitlerianas, donde permanecen cuatro años más… Y aunque aún no son nacionalsocialistas completos, pasan al Servicio Laboral y ahí los preparan durante otros seis o siete meses… Y si les llega a quedar algún rastro de conciencia de clase o estatus social… las Wehrmacht (fuerzas armadas alemanas) se encargarán de que desaparezca”. Adolf Hitler (1938)
Bien, otra comedia sobre el holocausto, los nazis y sus efectos. Taika Waititi elude lugares ya transitados y va a fondo con una historia que se balancea entre el absurdo y el drama con tintes trágicos. Colocar la mirada, el punto de vista, en un personaje de diez años, le otorga frescura, cierta dosis de ingenuidad y de sinceridad al relato.
Johannes Betzler (el pequeño actor inglés, por edad y no estatura artística, Roman Griffin Davis), alias Jojo, es uno de los numerosos infantes que Hitler reclutaba para sus filas, quien hace todo lo posible para tomar como propias las férreas reglas que le inculcan y ser un “buen alemán”, aunque cuando le ordenan descabezar un conejo con sus propias manos, no puede hacerlo, de lo que deviene su apodo de «rabbit». Va a un centro de entrenamiento infantil, comandado por el Capitán Klenzerdorf (Sam Rockwell), donde un día lanza una granada de mano, que pega en el tronco de un árbol, cae, y le provoca unas pocas, pero visibles heridas que marcan su rostro y una leve renguera, lo que lo obliga a su retiro como miembro activo del grupo, debiendo volver a su casa. Allí están Rosie, su madre (Scarlett Johansson) y un amigo imaginario, que no es otro que Adolf Hitler (Taika Waititi), quien no cesa de aconsejarlo, hablarle pestes de los judíos y ofrecerle cigarrillos que jamás aceptará.
Pero Rosie trabaja en la resistencia y pasa largas horas fuera de la casa, Jojo solo cuenta con su amigo imaginario, hasta que un buen día, descubre que detrás del tabique de una pared, hay una chica, Elisa (Thomasin McKenzie), judía que su madre protege y alimenta. El encuentro entre ambos tendrá efectos contradictorios en la todavía mente en formación de Jojo, que no logra ver en ella los perversos rasgos y conductas de las que le hablaron. Su mundo tambalea.
Waititi plantea en su comedia, negra y corrosiva, una película mucho mejor que la sobrevalorada, manipuladora y lacrimógena“La Vida es Bella” (Roberto Benigni, 1997), su historia si se quiere, se acerca más a la brillante e inigualable “Ser o no Ser” (Ernst Lubitsch, 1942), por su retrato de época implacable y feroz.
Jojo Rabbit apunta a criticar todo tipo de fanatismo, en un filme que lo emparenta en estilo y trabajo al mundo de Wes Anderson y su acercamiento a personajes como el de un chico y una adolescente que buscan un camino en sus vidas, con no pocos tropiezos con el mundo adulto. La música del filme, puntual, pero precisa, ayuda a transmitir una idea que tiene más vigencia que nunca, el amor y la tolerancia en un mundo convulsionado, donde presenciamos el auge de grupos y gobiernos racistas, xenófobos y nazis en muchos países. El final de Jojo Rabbit pareciera ser de los felices, pero a no engañarse, Waititi con su filme nos marca que queda mucho por hacer aún.
©Sergio Zadunaisky